jueves, 20 de enero de 2011
La nobleza del alma
El otro día pasó como un rayo delante de mis ojos, la silueta de Eduardo Cantavieja. Eché a correr y por fin pude alcanzarlo después de haber traspasado una marabunta humana como es la que se forma diariamente en la Calle Mayor de Madrid. Le invité a charlar un rato, y me recomendó que lo mejor sería resguardarnos en un pub irlandés que el conocía bien a tan sólo unos pasos de nuestra situación. Eduardo es un chico extraño pero ejemplar, bohemio, soñador y terriblemente nostálgico. La conversación comenzó fluída y antes de que empezáramos a charlar sobre temas banales de nuestra facultad, me asaltó frenéticamente con la noticia de la conclusión de su quinta ópera. Le miro a los ojos y contemplo con admiración y camaradería que la conclusión de su quinta obra la haya realizado con mi misma edad, diecinueve años. Somos jóvenes, ¿y qué?
Poco a poco la conversación se vuelve agria, y me comenta si estoy seguro de que este mundo que nos ha tocado vivir es el que nos corresponde. Que si esta soledad del poeta precoz es más solitaria en los tiempos que corren, o si siempre ha existido. Yo le doy la razón y le digo que no se preocupe, que el mundo gira igual de deprisa y que parar a contemplar las cosas bellas, es cosa de unos pocos. Eduardo me sonríe, pero vuelve a mirar a la mesa sobre la que nos apoyábamos poco convencido. Para cortar el silencio, le hago notar la importancia del artista en la historia de la humanidad. La necesidad del arte, del amor y de la belleza sobre la que todo gira y se apoya la ilusión que mueve al hombre a hacer cosas, cualquier cosa. La ilusión. Acabamos hablando y discutiendo sobre la responsabilidad moral y el grave peso que tienen los artistas en su época y su subliminal aportación. Así pasamos horas hablando, y paseando por un Madrid desierto de un sábado cualquiera a las cinco de la madrugada. Caminamos inseguros, miedoso pero firmes, en la seguridad optimista de que "los grandes" no están dando su bendición desde arriba. Sonreímos, sin dejar de caminar.